"A la deriva", de Richard Sennet (En "La corrosión del caracter")
Hace
poco me encontré en un aeropuerto con alguien a quien no había
visto desde hacía quince-años«:Veinticinco años antes había
entrevistado al padre de Rico (como lo llamaré en adelante), cuando
escribí un libro sobre la' clase obrera americana titulado The
Hidden Injuries of Class: Enrico,
su padre, trabajaba entonces como portero, y tenía muchas esperanzas
puestas en su hijo, que estaba entrando en la adolescencia y era un
chico que destacaba en los deportes. Cuando, diez años más tarde,
deje de ver al padre, Rico acababa de completar sus estudios
universitarios. En la sala de espera de nuestra compañía aérea,
Rico daba la impresión de haber realizado todos los sueños del
padre: llevaba un ordenador en un elegante estuche de piel, iba
vestido con un traje que yo no podría permitirme y lucia un grueso
anillo de sello.
Cuando
nos conocimos, Enrico llevaba veinte años limpiando lavabos y suelos
de un edificio de oficinas del centra. La, hacia sin rechistar, pero
tampoco pretendía estar encarnando el sueño americano. Su trabajo
tenía un único objetivo a largo plazo servir a su familia: Había
tardado quince años en ahorrar el dinero necesario para comprar una
casa en un barrio residencial de las afueras de Boston, rompiendo así
los lazos que lo mantenían unido a su viejo barrio italiano; una
casa en las afueras era mejor para los críos. Luego Flavia, su
esposa, comenzó a trabajar como planchadora en un centro de limpieza
en seco; cuando conocí a Enrico en 1970, el y Flavia estaban
ahorrando para poder pagar la-educación universitaria de sus dos
hijos.
Lo
que más me sorprendió de Enrico 7 su generación fue cuan lineal
era el tiempo en su vida: año tras año en empleos que raramente
presentaban cambios en lo cotidiano; en ese tiempo lineal, los logros
eran acumulativos. Enrico y Flavia comprobaban todas las semanas como
crecía su cuenta de ahorros. Median su vida domestica por las
diversas mejoras y añadidos que hacían en su casa. Además, la
época que vivían era predecible. Las sacudidas de la Gran Depresión
y de la Segunda Guerra Mundial habían quedado atrás; los sindicatos
protegían sus puestos de trabajo. Por eso aunque en el momento en
que lo conocí Enrico apenas tenía cuarenta años, ya sabía
exactamente cuando iba a jubilarse y con cuanto dinero contaría
entonces.
El
tiempo es el único recurso del cual pueden disponer gratuitamente
los que viven en el escalón más bajo de la sociedad. Para
acumular-tiempo, Enrico necesitaba lo que el sociólogo Max Weber
llamo una «jaula de hierro», una estructura burocrática que
racionalizaba el uso del tiempo; en el caso de Enrico, las normas de
antigüedad por; las que se regía su pensión estatal proporcionaban
ese armazón. Añadiendo a-estos recursos su disciplina el resultado
fue más que rentable.
Enrico
diseñó para sí mismo un relato perfectamente claro en el que la
experiencia se acumulaba desde el punto de vista material y psíquico;
su vida, por tanto, tenía sentido en cuanto narración lineal.
Aunque un esnob evitaría a Enrico por aburrido, el experimentaba los
años como una historia dramática que avanzaba reparación tras
reparación, pago de intereses tras pago de intereses. El portero
sentía que se convertía en el autor de su vida, y, aunque ocupaba
los últimos peldaños de la escala social, ese relato le
proporcionaba una sensación de respeto por su propia persona.
Si
bien es clara, la historia de la vida de Enrico no es sencilla. Me
sorprendió especialmente cómo vivía a caballo entre el mundo de su
antigua comunidad de inmigrantes y el mundo de su nueva y neutral
vida suburbana. Entre sus nuevos vecinos Enrico vivía como un
ciudadano tranquilo y modesto; no obstante, cuando regresaba al viejo
barrio, los que seguían allí le brindaban mucha más atención por
ser un hombre al que le había ido bien, uno de los veteranos dignos
que regresaba todos los domingos para ir a misa, actividad seguida de
almuerzo y de tardes de café en las que se hablaba de codo un poco.
Se ganó el reconocimiento de persona única entre aquellos que lo
conocían lo suficiente para comprender su historia; de sus nuevos
vecinos, en cambio, se ganó un tipo de respeto más anónimo
haciendo lo que todo el mundo hacia: mantener limpia la casa y bien
cuidado el jardín y vivir sin incidentes. La espesa textura de la
experiencia particular de Enrico residía en el hecho de que era
reconocido de dos maneras según la comunidad en que se moviera, dos
identidades que eran el producto del mismo y disciplinario manejo del
tiempo.
Aunque
Enrico sentía que había alcanzado cierto honor social, no toleraba
la idea de que su hijo Rico repitiera su historia. El sueño
americano de movilidad social ascendente era un poderoso motor para
mi amigo. “No entiendo una sola palabra de lo que dice”, alardeo
ante mi Enrico varias veces cuando su hijo llegaba del colegio y se
ponía a hacer los deberes de matemáticas. O también a muchos otros
padres decir de sus hijos cosas como “No lo entiendo”, en tonos
más duros, como si los críos los hubieran abandonado. Todos
violamos de una manera u otra el lugar que nos ha sido asignado en el
mito familiar, pero la movilidad ascendente 'le da a ese pasaje un
giro peculiar. Rico y otros jóvenes que ascendieron en la escala
social a veces sentían vergüenza por el acento de clase trabajadora
y por los modales toscos de sus padres, pero con mayor frecuencia se
sentían ahogados por la interminable estrategia de contar hasta el
último céntimo y manejar el tiempo con cuentagotas. Estos niños
privilegiados querían embarcarse en un viaje menos forzado.
Ahora,
muchos años más tarde, gracias a mi encuentro -en el aeropuerto,
tuve oportunidad de ver como le habían ido las cosas al hijo de
Enrico.
Fue
así como me enteré de que Rico había realizado el deseo de su
padre en la ascensión en la escala social, si bien en el fondo
rechazó el camino de su padre. Rico se burla de los «esclavos del
tiempo» y demás personas prisioneras en la armadura de la
burocracia, y cree que hay que estar abierto al cambio y asumir
riesgos. Y ha prosperado; mientras los ingresos de Enrico se situaban
en la cola del escalafón, Rico ha ascendido hasta el 5% superior. Y,
sin embargo, no es una historia totalmente feliz para él.
Tras
graduarse en ingeniería eléctrica en una universidad local, Rico
fue a una escuela de empresariales en Nueva York. Allí se caso con
una compañera, una joven protestante hija de una familia de mejor
posición. Los estudios prepararon a la pareja para mudarse y cambiar
de trabajo con frecuencia, y así lo hicieron. Desde que terminaron
la carrera, Rico se ha mudado cuatro veces en catorce años.
Rico
empezó como asesor tecnológico en una empresa de capital de riesgo
de la Costa Oeste, en los primeros y emocionantes días de la
industria informática en Silicon Valley; luego se trasladó a
Chicago, donde tampoco le fue mal. Sin embargo, la siguiente mudanza
se hizo a favor de la carrera de su mujer. Si Rico fuera un personaje
ambicioso sacado de las páginas de Balzac, nunca lo habría hecho,
pues aparte de no ganar más en su nuevo trabajo, dejaba los
semilleros de la alta tecnología por un parque de oficinas en un
lugar retirado, aunque arbolado, de Missouri. En cierto modo, Enrico
se había sentido avergonzado cuando: Flavia comenzó a trabajar;
Rico ve a Jeannette, su mujer, como a una colega en pie de igualdad,
y se ha adaptado a ella. Fue entonces, en el momento en que la
carrera de Jeannette despegó, cuando comenzaron a llegar los niños.
En
el parque de oficinas de Missouri, las incertidumbres de la nueva
economía afectaron también al joven , Rico. Mientras Jeannette era
ascendida, Rico se vio afectado por un recorte de plantilla, pues su
empresa fue absorbida por otra mayor con sus propios analistas. Y por
este motivo la pareja se mudo por cuarta vez y regresó al Oeste,
para instalarse en un barrio residencial de las afueras de Nueva
York. Jeannette dirige ahora un importante equipo de contables, y el
ha montado una pequeña consultoría.
A
pesar de ser una pareja prospera, la viva imagen de una pareja
amoldable en la que ambos se apoyan mutuamente, tanto el marido como
la mujer temen a menudo estar al borde de la pérdida del control de
sus vidas,
un miedo enraizado en sus respectivas historias laborales.
En
el caso de Rico, el miedo a perder el control es fácil de
comprender: tiene que ver con el manejo del tiempo. Cuando Rico les
dijo a sus colegas que iba a abrir su propia consultoría la mayoría
lo aprobó; una consultoría parece ser el camino de la
independencia. Sin embargo, al comenzar se vio metido de cabeza en
tareas de categoría inferior, como tener que hacerse el mismo las
fotocopias y otras cosas que antes ni se planteaba. Se encontró
sumergido en el flujo de una red de conexiones; tenía que responder
a todas las llamadas, y perseguir a las más raras relaciones. Para
encontrar trabajo se veía supeditado a las agendas de personas que
no estaban en absoluto obligadas a responderle. Como otros
consultores, aspira a trabajar con contratos que estipulen con
exactitud lo que le corresponde hacer. Sin- embargo, me dijo Rico, la
mayoría de estos contratos son una mera ficción. Un consultor suele
tener que trabajo- de una manera u otra en respuesta a los caprichos
o los cambios de ideas de los que pagaran. Rico no tiene un papel
fijo que le permita afirmar: «Esto es lo que hago; de esto soy
responsable.»
Rico
me contó que él y Jeannette se habían hecho amigos de la mayoría
de la gente con la que trabajan, y que con los cambios de los últimos
doce anos perdieron la mayoría de esas amistades, aunque, como dijo
él, «seguimos conectados». Rico busca, en las comunicaciones
electrónicas el sentido de comunidad que Enrico disfrutaba más
cuando iba a las asambleas del sindicato de porteros, pero el hijo
encuentra que las comunicaciones on line son breves y
precipitadas.'«Es como con los hijos: cuando uno no está ahí, se
entera de todo más tarde.»
En
cada una de sus cuatro mudanzas, los nuevos
vecinos de Rico han tratado su llegada como un hecho que cierra
capítulos pasados de su vida; le preguntan por Silicon Valley o el
parque de oficinas de Missouri, pero, según Rico, «ellos no ven
otros lugares», su imaginación no entra en juego. Este es un miedo
muy americano. El clásico barrio residencial antes era una ciudad
dormitorio; durante la última generación apareció un nuevo tipo de
barrio residencial, más independiente del núcleo urbano desde el
punto de vista económico, pero sin ser tampoco una ciudad o un
pueblo. Un lugar crece de repente al toque de la varita mágica de un
promotor inmobiliario, florece y empieza a declinar al cabo de una
generación. Esas comunidades no carecen totalmente de una componente
social o de barrio, pero en ellas nadie
- se convierte en un testigo de por vida de la historia de otra
persona.
El
aspecto fugaz da la amistad y de la comunidad local constituyen el
fondo de la más aguda de las preocupaciones íntimas de Rico: su
familia. «Llegamos a casa a las siete, preparamos la cena, tratamos
de que nos quede una hora para ayudar a los niños con los deberes, y
luego nos dedicamos a nuestro papeleo.» Cuando las cosas se ponen
duras en su consultoría durante meses enteros, «casi ya no sé
quienes son mis hijos».Le preocupa también la frecuente anarquía
en la que se hunde su familia, y le preocupa no ocuparse lo
suficiente de sus hijos, cuyas necesidades no pueden programarse para
que se adapten a las exigencias de su trabajo.
Yo
ya sabía que de niño a Rico le había irritado la autoridad de su
padre; ya entonces me había dicho que se sentía agotado por las
reglas inamovibles que gobernaban la vida del portero. Ahora que el
es padre, lo obsesiona el miedo a perder la disciplina ética, en
especial el temor a que sus hijos se vuelvan unas «ratas de centro
comercial» que anden dando vueltas por las tardes sin nada que hacer
por los aparcamientos de las grandes superficies mientras los padres
permanecen inaccesibles en sus despachos.
Rico
quiere ser, para su hijo y sus hijas, un ejemplo de determinación,
de alguien que tiene una meta en la vida; tiene que poner un ejemplo.
Y el ejemplo objetivo que podría ponerles, su movilidad social
ascendente, para ellos es algo natural, una historia que pertenece a
un pasado que ya no es el suyo, una historia terminada. Pero su
preocupación más honda es no poder ofrecer la sustancia de su vida
profesional como ejemplo para que sus hijos vean como han de
comportarse éticamente. .Las cualidades del buen trabajo no son las
cualidades del buen carácter.
Como
comprendería más tarde, la gravedad de este temor precede de la
brecha que separa a la generación de Enrico de la de Rico. Los
lideres de la economía y los periodistas especializados hacen
hincapié en el mercado global y en el uso de las nuevas tecnologías,
dos aspectos que ellos consideran el sello distintivo del capitalismo
de nuestro tiempo. Si bien es bastante cierto, no contemplan otra
dimensión del cambio: nuevas maneras de organizar el tiempo, y en
especial el tiempo de trabajo.
El
signo más tangible de ese cambio podría ser el lema «nada a largo
plazo». En el ámbito del trabajo, la carrera tradicional que"
avanza paso a paso por los corredores de una o dos instituciones se
esta debilitando. Lo mismo ocurre con el despliegue de un solo juego
de cualificaciones a lo largo de una vida de trabajo. Hoy, un joven
americano con al menos dos años de universidad puede esperar cambiar
de trabajo al menos once veces en el curso de su vida laboral, y
cambiar su base de cualificaciones al menos tres veces durante los
cuarenta años de trabajo.
Un
ejecutivo de AIT señala que el lema «nada a largo plazo» esta
alterando el significado mismo del trabajo:
En
ATT tenemos que fomentar el concepto de que la fuerza de trabajo es
contingente, aunque la mayoría de trabajadores contingentes están
dentro de nuestra empresa. Los
«puestos de trabajo» se reemplazan con «proyectos» y «campos de
trabajo».1
Del texto se desprende que la movilidad social se logra con conocimiento.
ResponderEliminarEl texto nos muestra que cambió el paradigma del macho proveedor y la mujer en la casa con las tareas domésticas y el cuidado de la familia. Ahora tanto el hombre como la mujer salen a trabajar, ambos aportan al hogar.
Sin prejuicios, ambos cuentan con la misma libertad y posibilidad para cubrir vacantes laborales y aportar al hogar.
Cuando el Estado posibilita y facilita el acceso al conocimiento o educación a sus ciudadanos, el Estado INVIERTE, la educación no debe considerarse como GASTO. Esa Educación luego se transformará en RIQUEZA
La Tecnología juega un rol fundamental en lo que se refiere al acceso a la información de posiciones laborales abiertas.
En los ciclos de crecimiento, cuando la demanda laboral supera a la oferta de manera sostenida, se ofrecen mejores remuneraciones y condiciones de trabajo. El individuo busca maximizar su beneficio de ahí la alta rotación y poca estadía/permanencia en los mismos.